Al llegar el viernes me fui a la calle Triana, eran como las 7:30 de la tarde, y llegué a casa a la 1 de la mañana. Se preguntarán porqué, pues por una simple razón: ese mismo viernes todas las tiendas de Triana estaban abiertas hasta las 12 de la noche. Además de estar cuatro horas intentando comprar, porque las otras horas restantes estuve comiendo, me recorrí la calle Triana de punta a punta tres veces, viendo los espectáculos que esa noche ofrecían. Uno fue un concierto de Pop y en otro lado de la calle un concierto de violín y piano.
Nunca había ido y me sorprendió mucho. En el centro de la calle había botellas de Coca-Cola pintadas por distintas personas, coches tuneados con muchos colores, que resaltaban con las luces, balcones con paraguas, maniquíes, luces y hasta perchas. Por la calle iban personas en bicicleta con un pez gigante encima dando vueltas.
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